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La traducción fidedigna

«El original es infiel a la traducción».
– Jorge Luis Borges

Borges tradujo muchas obras en el transcurso de su vida, a menudo pensaba en esta labor y la relación que existe entre traducir y crear.  ¿Acaso Pierre Menard no era sino un traductor del Quijote hacia otra época?  Lo que evoca el eterno dilema: entre más fiel sea una traducción… ¿mejor será?

Borges aprendió el inglés desde que era niño, su estilo en prosa refleja la practicidad del inglés escrita en su lengua materna: el español. Imagino que Borges se traducía a sí mismo al escibir, con pleno conocimiento.

De ahí nace el umbral que nos adentra a su cuento «El Inmortal» tan es así que no repara en indicar que:

«El original está redactado en inglés y abunda en latinismos. La versión que ofrecemos es literal.»

Uno de sus primero textos (si no es que todos) fue una traducción, el Príncipe Féliz de Oscar Wilde (publicada en El País de Buenos Aires cuando tenía únicamente once años de edad).

Jorge Guillermo Borges, padre del autor,  contaba con una vasta biblioteca atiborrada de literatura en inglés, pero fue su abuela Frances Anne Haslam oriunda de Staffordshire quien introdujo el idioma al hogar. Este inglés heredado acercó a Borges  a los cientos de volúmenes en dicha biblioteca y fue mediante estas primeras lecturas que entró en contacto con sus autores  favoritos: G. K. Chesterton, Robert Louis Stevenson y Rudyard Kipling, entre otros.

Borges continuó realizando traducciones, sobre todo del inglés y del alemán (que aprendió por cuenta propia en busca de Schopenhauer).  Fue el primer traductor argentino de James Joyce, ya que tradujo al español la última página del Ulises para una revista. Algunos años después una editorial trató de contratarlo para que tradujera la obra completa pero se negó, ya que según él era “intraducible”.

Tradujo La metamorfosis de Kafka (aunque prefería el título de La transformación), Las palmeras salvajes de Faulkner, Bartleby de Melville, Crónicas marcianas de Ray Bradbury, La piedra lunar, de Wilkie Collins o La humillación de los Northmore, de Henry James, entre muchos otros.

Según Borges,  todas las versiones de un texto en el transcurso de la historia no son más que  borradores de una obra que nunca llegará a definirse. Porque

«El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio»

por tanto traducir es una manera más de leer. Es interpretar y reconstruir,  las mejores traducciones no son las más fieles, sino las mejor escritas.  Una traducción no debe medirse  por su fidelidad o libertad con respecto al original, sino por su fidelidad a la cultura y a la lengua a la que se integra.

Para Borges la traducción no es un traslado de un idioma a otro, sino una modificación de un texto que conserva ciertos aspectos y elimina otros: la traducción literal conserva los detalles y la construcción conserva el significado. La traducción que conserva el significado del original es más fiel que la traducción que conserva los detalles.

Para Borges una traducción se puede realizar dentro del mismo idioma;  es posible transcribir de un idioma a otro idioma. Borges usa la palabra copia para referirse a un texto que conserva todos los detalles y todas las connotaciones de un texto redactado en un idioma distinto.

Reflexiones de Borges respecto a la traducción:

«La prueba de que la prosa sí puede traducirse está en el hecho de que todo el mundo está de acuerdo en que el Quijote es una gran novela y, sin embargo, como lo hizo notar Grossac, los mayores elogios han sido hechos por personas que leyeron esa obra traducida.»

“Fui traducido al japonés, al finlandés, al islandés. Yo no sé qué explicación tiene. Si es que hay alguna explicación en el mundo”

PD: He encontrado este pequeño ensayo que aborda este tema de manera sustancial titulado  Ficciones y teorías en la traducción. 

Bibliografía

Jorge Luis Borges: Prólogo a Paul Valéry, «El cementerio marino»
Jorge Luis Borges: Ficciones
El País de Buenos Aires  “El Príncipe Feliz” de Oscar Wilde. Traducción Jorge Luis Borges 25 de Junio 1910
Miguel ManriqueLa traducción fidedigna
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